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Director Responsable: María José Arias Mercader
Registro DNDA en trámite
Año 2 - Número 2
Mayo 2014

PERSPECTIVAS

Jóvenes y escuela secundaria: apreciaciones sobre la relación entre experiencia juvenil y socialización escolar

 

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Dra. María E. Martínez (*)

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María E. Martínez Doctora en Educación (PUC-Rio/Brasil). Profesora en Ciencias de la Educación (UNLP). Profesora Titular Cátedra Pedagogía de la Diversidad y Directora de la Maestría en Educación (FaHCE-UNLP).

 

 

 

Las múltiples y profundas transformaciones que configuran el mundo juvenil vienen siendo objeto de atención desde diversos campos y con distintas perspectivas que, sin embargo, coinciden en destacar que las juventudes están siendo socializadas en la trama de un nuevo proceso socio-histórico. Comprender las formas de decir, hacer y sentir la condición juvenil en las últimas décadas, supone un esfuerzo de reflexión e indagación sobre experiencias distantes y distintas de aquellas que atravesaron generaciones anteriores. Producidas en la trama de una configuración tecnológica que imprime en las y los jóvenes una original marca generacional, la expansión y consolidación de un campo informacional y comunicacional que produce imaginarios con derivaciones en la redefinición de la ciudadanía y la sociabilidad (Reguillo, 2010); la preponderancia del consumo y de estéticas renovadas en la construcción de las identidades y las prácticas juveniles urbanas; la emergencia y consolidación de múltiples ordenaciones familiares; el papel cada vez más significativo de los grupos de pares como un soporte socio-afectivo de creciente relevancia en la vida juvenil; la expresión y afirmación de diversas identidades sexuales y de género; la inestabilidad y precariedad de las posibilidades laborales y materiales de una importante proporción de las nuevas generaciones en Latinoamérica, constituyen sólo algunos de los cambios más significativos (Martínez, 2010). Dayrell (2010) remarca que las instituciones tradicionalmente responsables de la socialización (familia, escuela, trabajo) cambiaron su perfil, estructura y funciones a la vez que se fueron incorporando otras agencias (grupos de jóvenes, medios de comunicación e información, movimientos e instituciones sociales de distinto tipo, etc.). Las y los jóvenes de las actuales generaciones se construyen como actores sociales en el proceso de una nueva configuración cultural, en que la producción de sus identidades sociales pasa a ser mediada por la coexistencia de distintas instancias generadoras de valores y referenciales culturales que están distantes de ser homogéneos y coherentes.

Así, las sociedades contemporáneas, ofrecen diversos y complejos contextos socializantes -las familias, los grupos de jóvenes, la escuela, los medios de comunicación e información, los movimientos e instituciones sociales de distinto tipo, etc.,- “confrontan a las y los jóvenes con una variedad de marcos socializadores que actúan sobre ellos y en los que inscriben sus acciones” (Lahire, 2008: 212). En este sentido, referirse a juventudes indica una multiplicidad posible de trayectorias, estilos de vida, relaciones, acciones y proyectos. Como resaltan Margulis y Urresti (1998), “juventud es un significante complejo que contiene en su intimidad las múltiples modalidades que llevan a procesar socialmente la condición de edad, tomando en cuenta la diferenciación social, la inserción en la familia y en otras instituciones, el género, el barrio o la microcultura grupal”.(pág.3) . Esta diversidad de trayectorias de vida juveniles se despliegan en un contexto socio-histórico de una nueva desigualdad social, tanto regional como mundial, que ha limitado las posibilidades de movilidad social a grandes grupos de población (Dayrell, 2010).

Esta perspectiva sobre las nuevas juventudes no se corresponde con el tratamiento que los medios de comunicación hegemónicos hacen de las y los jóvenes en las noticias e informaciones. A través de distintos formatos vehiculizan una visión homogénea encubriendo la gran variabilidad de prácticas sociales, culturales, políticas de jóvenes considerados tanto de forma individual como colectiva. En este primer decenio del siglo XXI, en Argentina, insisten en resaltar que una parte significativa del universo juvenil está compuesto por quienes ni estudian ni trabajan, o que, cuando estudian exhiben un escaso compromiso frente a la tarea escolar o reiteradamente propone imágenes que “demuestran” que para las y los jóvenes la escuela se constituye en un lugar para dirimir conflictos juveniles o dar visibilidad a prácticas transgresoras o violentas. Proyectadas y puestas en circulación estas lecturas del presente producidas por el entramado mediático suponen, simultáneamente, un anticipo del escenario porvenir, pronosticando que estos jóvenes de hoy devendrán en ciudadanas/ciudadanos escasamente preparados para participar adecuadamente en cualquier aspecto de la vida social. Además, en referencia a los términos de rendimiento académico en la escuela secundaria, los medios junto a otras corporaciones económicas apoyan una educación basada en el mercado cuando sólo valoran resultados de pruebas de evaluación internacionales que traen consecuencias desastrosas ya que –como señala Peters (2010)- contribuyen significativamente al incremento de la vulnerabilidad y exclusión educativas más que a constituirse en indicadores confiables para reorientar los sistemas educativos. La eficacia de estos mensajes reside “en la sistemática obliteración del vínculo de estos/as jóvenes con lo colectivo y con el Estado, y en la idéntica negación a conectar sus realidades con la pregunta por los derechos que le son negados y por los intereses corporativos que legitiman y profundizan su desigualdad”. (Elizalde, 2012:8)

Estas generalizaciones no son inocuas, tienen efectos en la forma en que los grupos juveniles son comprendidos en la vida social. En este sentido el Observatorio de Jóvenes, Comunicación y Medios (2012) señala “que tales modos de configuración de las noticias sobre jóvenes precarizan a las juventudes” ya que “va de la mano de otra práctica, que es el silenciamiento de las voces juveniles”, resaltando que “silenciando las voces de los protagonistas, velando sus sentidos, se termina por ocultar la densidad de sus prácticas” y “terminan hablando sobre la experiencia juvenil otros” (pág. 2). En su análisis sobre los medios, el Observatorio resalta que “usualmente más del 50% de las noticias se vinculan a hechos violentos, jóvenes víctimas, victimarios, o ambos en la misma noticia”. (pág.3) Efectivamente los medios están activamente comprometidos en la producción de la realidad social, elaborando sentidos hegemónicos, produciendo una regulación cultural de las diferencias (el género, la sexualidad, la clase, la edad y la generación) (Ferrandiz y Feixa, 2005; Elizalde, 2012), de modo particular y en lo que respecta a las experiencias de vida juveniles, promoviendo todo tipo de prejuicios y visiones estigmatizantes. Elizalde (2012) indica que la “asociación entre edad, género y sexualidad aparece reiteradamente señalada como núcleo de un exacerbado interés mediático, en tanto superficie de extracción de una rentabilidad semiótica basada en el presupuesto del morbo, las fantasías y, simultáneamente, el escándalo, la ansiedad, el miedo o la preocupación que la ´explicitación´ de estas diferencias despertaría en la sociedad en general, y en los adultos, en particular. Diferencias que, en la retórica de los medios, circulan en tanto mercancías altamente redituables” (pág. 7). Esos procesos de producción mediática deben comprenderse en su contexto histórico-social, ya que constituyen también “una zona cultural y políticamente rica alrededor de la cual se constituyen diversas experiencias de apropiación y resignificación de sentidos sobre la juventud y el género” (pág.11).

Asimismo, en los medios se observa la preeminencia de discursos focalizados en las vidas juveniles cuando se trata de la agenda de seguridad en relación al delito juvenil, en el planteo de reponer el servicio militar obligatorio o en la apertura de espacios educativos en establecimientos militares. Igualmente se evidencia en la forma sesgada y limitada para abordar la agenda social procurando testimonios que demuestren que las y los jóvenes “sólo van a la escuela para cobrar una asignación o beca o el plan Progresar”. Estas posiciones ponen en evidencia un cuestionamiento mayor que está dirigido a lo que Kessler y Merklen (2013) denominan estrategia social de la Argentina ¨posneoliberal¨, una etapa de diseño e implementación de políticas públicas orientadas por el principio de inclusión en un contexto de ampliación de derechos. Por ejemplo, las jóvenes mujeres muestran tasas de escolarización secundaria más altas que los varones, para ellas las prestaciones económicas contribuyen efectivamente a la continuidad o a la terminalidad de los estudios, dado que las mujeres son las más afectadas por el trabajo no remunerado sea doméstico o de cuidado de hermanos/as y adultos mayores del núcleo familiar. 

Las visiones dominantes que construyen estereotipos del joven o de la joven que estudia de manera descomprometida, apática o que despliega comportamientos violentos y en que las instituciones educativas quedan restringidas a un paño de fondo donde se desarrolla la escena juvenil, fragmentan y descontextualizan la relación entre la experiencia juvenil y la socialización escolar. El reconocimiento de derechos, la masificación y la obligatoriedad de la escuela secundaria configuran una nueva agenda que impulsa la visibilidad de diversas formas de subjetividad juvenil, de identidad y cuerpo, de género y culturas juveniles, de relaciones intra e intergeneracionales, de relación con el saber, entre otras, que exponen la compleja relación entre jóvenes y escuela. Diariamente observamos la insistencia con que se realizan juicios acerca de las y los jóvenes como si estudiar y formarse como alumnas y alumnos no constituyera en sí mismo una práctica social específica para un contexto institucional particular que se adquiere en un intrincado recorrido a lo largo de la vida. 

Las instituciones educativas que elaboran sus proyectos político-pedagógicos como un intento permanentemente renovado de “hacer lugar” a nuevas formas de hacer (la) escuela con las y los jóvenes, reconocen activamente a las y los jóvenes como sujetos de derechos con la participación efectiva de adultos y jóvenes en la promoción de esos derechos y están abiertas a

  • la construcción de espacios educativos orientados por el principio de inclusividad.
  • la revisión de ideas, prácticas y representaciones ínter e intrageneracional en torno a las juventudes y sus dinámicas de escolarización.
  • la explicitación de un enfoque basado en derechos a la diversidad sexual y de género que cuestione la forma heteronormativa, lo que implica– como señala Marshall (2010) – no limitarse a “la práctica que simplemente impide la discriminación activa o el acoso” sino que es “la práctica activa que reconoce e incorpora la diversidad de género y sexual de la comunidad escolar”. (pág.58)
  • la problematización de actitudes y comportamientos sexistas en las clases, en las decisiones en las decisiones institucionales, en la vida comunitaria y en los medios de comunicación y redes sociales.
  • identificar y cuestionar las desigualdades en el trato y en las expectativas sobre las y los jóvenes.
  • denunciar las prácticas de exclusión social y educativa por condición sexual, de género, étnica, de discapacidad.
  • sustentar en el plano curricular y de los proyectos educativos la presencia de saberes culturales diversos, referenciados en múltiples procesos sociales y culturales y tratándolos en relaciones de igualdad.
  • construir espacios de diálogo que den lugar a la palabra, a saberes, valores y formas de vida de grupos diversos, favoreciendo la expresión de ideas, creencias, disposiciones, sentimientos y prácticas, entendiendo y aceptando el carácter constructivo de las interacciones y los intercambios.
  • incorporar las historias, visiones, significados y prácticas de pueblos originarios, migrantes, mujeres y de otros grupos sociales históricamente invisibilizados o discriminados.

Este análisis impugna las interpretaciones reduccionistas sobre las vidas juveniles y sus experiencias escolares. Subrayar sólo los aspectos “no deseados” de los procesos de cambio socio-cultural y vincularlos a las juventudes conduce a lecturas que omiten el carácter socio­históricamente situado y encarnado de todo individuo y potencian estigmatizaciones que afectan subjetivamente a las y los jóvenes. No permite ver, por ejemplo, que los grupos de jóvenes que no participan del espacio escolar señalan que esa situación no hace sus vidas más “fáciles”, por el contrario la posibilidad de iniciar o completar o mejorar sus estudios está siempre presente cuando aluden tanto a sus expectativas como a las de sus familias, grupos de pares y/o comunidades.  Por otra parte, observamos múltiples iniciativas que en el espacio escolar recrean las dinámicas de escolarización de las y los jóvenes. Estas experiencias merecen ser narradas, puestas en circulación en diferentes formatos, por distintos medios y con las diferentes voces de quienes participan de una forma u otra de ellas, memoria necesaria para la construcción de una sociedad inclusiva y más igualitaria en la era de los derechos.

 

Bibliografía

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Elizalde, Silvia La juventud en la mira de las ciencias sociales, los medios y las leyes. Preguntas y desafíos sobre las diferencias de género y sexualidad. En: Kriger, M. (comp.) Juventudes en América Latina. Abordajes multidisciplinares sobre identidades, culturas y políticas del siglo XX al siglo XXI. Buenos Aires, Caicyt/CONICET, 2012.

Ferrandiz, Francisco; Feixa, Carles (eds.) Jóvenes sin tregua: culturas y políticas de la violencia. Barcelona: Anthropos editorial, 2005.

Kessler, Gabriel; Merklen, Denis Una introducción cruzando el Atlántico. En: Castel, R.; Kessler, G.; Merklen, D.; Murard, N. Individuación, precariedad, inseguridad: ¿desinstitucionalización del presente? Buenos Aires: Editorial Paidós, 2013.

Lahire, Bernard. Infancia y adolescencia: de los tiempos de socialización sometidos a constricciones múltiples. En: Jociles, Ma. I.; Franzé, a. (ed.). ¿Es la escuela el problema?: perspectivas socio-antropológicas de etnografía y educación. Madrid: Ed. Trotta, 2008.

Margulis, Mario; Urresti, Marcelo, “La juventud es más que una palabra”. En: Margulis, M. (coord.), La Juventud es más que una palabra. Ensayos sobre cultura y juventud, Buenos Aires: Biblos, 1998.

Marshall, Daniel, Acoso homofóbico, derechos humanos y educación: una perspectiva no deficitaria de las políticas y prácticas de bienestar para la juvenud queer [En línea] Archivos de Ciencias de la Educación, 4a. Época, 4(4), 2010. Disponible en memoria académica: http://www.memoria.fahce.unlp.edu.ar/art_revistas/pr.4771/pr.4771.pdf

Martínez, Ma. E. Dossier Nuevas juventudes, socialización y escolarización: perspectivas de la investigación socioeducativa: Introducción [En línea] Archivos de Ciencias de la Educación, 4a. época, 4(4), 2010. Disponible en Memoria Académica: http://www.memoria.fahce.unlp.edu.ar/art_revistas/pr.4768/pr.4768.pdf

Observatorio de Jóvenes, Comunicación y Medios, Área Configuraciones Mediáticas sobre las Juventudes, Las voces del deterioro: los medios y sus fuentes, para la precarización de la juventud, Facultad de Periodismo y Comunicación Social, UNLP, abril, 2012 http://www.perio.unlp.edu.ar/observatoriodejovenes/?q=node/160

Peters, Susan J., Un abordaje de Educación Inclusiva para todos los niños y jóvenes en el Sur : Esquema de un aporte - proceso -resultado - contexto [En línea] Archivos de Ciencias de la Educación, 4a. época, 4(4), 2010. Disponible en Memoria Académica: http://www.memoria.fahce.unlp.edu.ar/art_revistas/pr.4770/pr.4770.pdf

Reguillo, Roxana, “Miedo ambiente: la gestión sociocultural de las pasiones”. En: Aguilar, M. A.; Nivón, E.; Portal, M. A.; Wincour, R. (Coords.), Pensar lo contemporáneo: de la cultura situada a la convergencia tecnológica, Barcelona, Editorial Anthropos-UAM Iztapalapa de México, 2010.