“Promoción CXXXI, hoy más que nunca, no les digo adiós sino hasta pronto porque nadie se va para siempre del CNLP”

Antes de comenzar quiero expresar mi solidaridad y la del equipo que me acompaña en la gestión con los estudiantes y familiares de estudiantes que han padecido COVID y muy especialmente con quienes han perdido algún ser querido víctima de esta Pandemia. 

Quiero decirles que este es uno de los discursos más difíciles que me ha tocado pronunciar. Pasé días enteros pensando qué decir, cómo despedir a una promoción que no pudo cursar su último año en las aulas de nuestro querido Colegio, buscando las palabras justas, las que a ustedes, bachilleres, les gustaría escuchar. Y, sinceramente, no las encontré! No por falta de esfuerzo o de ganas de dar un discurso de despedida que los reconfortara sino porque, luego de mucho pensar, me di cuenta de que esas palabras no existen.

Son muchos los años que llevo en esta institución y sé muy bien lo que significa el último año del Colegio. Conozco las fechas que se celebran, los preparativos, los rituales, los festejos que inundan de alegría a nuestro querido Colegio Nacional.

Y este año nada de esto que estoy enumerando sucedió. Y quiero que sepan que no nos ha sido indiferente. Tal vez pecamos de ingenuos pensando que iban a regresar a las aulas luego de Semana Santa, después del receso invernal o en los últimos meses del año. Es lo que nos hubiera gustado y lo que, sabemos, ustedes deseaban.

Pero déjenme explicarles algo. A este Colegio concurren diariamente 1800 alumnos, a los que hay que sumar el personal docente y no docente. Era una enorme responsabilidad abrir nuestras puertas cuando no había protocolos aprobados para una comunidad educativa de la envergadura de la nuestra que es equivalente a la de algunas facultades.

Es por eso que, con aciertos y errores, nos pusimos a trabajar desde el primer día para que, al menos, no perdieran contacto con la escuela.

Permítanme realizar una acotadísima síntesis de las principales acciones llevadas a cabo a raíz de la Pandemia. Para ello, debo fijar el punto de partida en un relevamiento realizado los primeros días del mes de abril para conocer la situación de los alumnos en términos vinculares y de conectividad. Los resultados fueron fundamentales para el ajuste y la elaboración de las tareas de continuidad pedagógica. Paralelamente, debimos decidir la forma más sencilla y universal –atendiendo a lo heterogéneo de nuestro alumnado- de mantener contacto con los estudiantes. La situación sin precedentes nos obligó a revisar concienzudamente nuestros sistemas de pensamiento y de toma de decisiones. Sin embargo, una vez superado el cimbronazo inicial, pudimos ver algo con claridad: la educación en casa no era ni podía ser la escuela. Y esta premisa tan evidente sirvió de norte para la tarea que debíamos realizar. 

Siempre supimos que la educación a distancia aumenta las desigualdades, ya que depende de las condiciones materiales, sociales y culturales de las familias. Y es, precisamente, la escuela la encargada de acortar esta brecha. Estamos convencidos de que la escuela es el mejor lugar para garantizar el acceso igualitario a conocimientos comunes. Si bien la tecnología tiene formas efectivas de comunicarnos, paradójicamente, su utilización evidencia lo irreemplazable de la presencialidad en el proceso pedagógico.

 En la historia de todas las sociedades existen generaciones que se distinguen de las precedentes o de las que le suceden. Mientras que muchas caen en el olvido otras son recordadas, aunque no siempre por sucesos felices. En sus 115 años de historia, el Colegio Nacional ha tenido una generación de alumnos recordados por ser la primera promoción o la del centenario pero también ha habido otras de víctimas del terrorismo de Estado durante la última dictadura militar o de combatientes en la guerra de Malvinas. Seguramente ustedes serán recordados como la generación de los bachilleres del año de la Pandemia. Y, tal vez, hoy no alcancen a verlo pero van a ser un ejemplo para las futuras promociones. Un ejemplo de solidaridad, de compromiso, de tenacidad, de resiliencia. Albert Camus en su famosa novela La peste decía  que “algo se aprende en medio de las plagas: que hay en los hombres más cosas dignas de admiración que de desprecio.” Y ustedes han sabido anteponer el bien común al propio; han robustecido los lazos solidarios que los unen a sus compañeros; han sido comprensivos; han dado un ejemplo de madurez y de responsabilidad ciudadana.

El deber de la escuela es, ante todo, educar pero esta misión no debe circunscribirse a lo estrictamente académico sino también a lo que ustedes son como personas. Como directora del Colegio me alegra cuando un alumno es distinguido en alguna de las tantas competiciones a las que habitualmente se presentan pero mucho más me enorgullece una promoción que, en medio de una Pandemia, piensa en las necesidades de los demás y organiza, como lo han hecho ustedes, una colecta solidaria. Me enorgullece ver a los estudiantes de este Colegio protagonizando campañas de preservación del ambiente o de donación de sangre, alimentos o computadoras y celulares que saben pueden servir a otros porque eso es parte fundamental de su formación. Queremos que, por sobre todas las cosas, sean hombres y mujeres de bien. Y, en esto, debo agradecer profundamente a las familias que, a pesar de las dificultades que han tenido que sortear este año, han estado siempre presentes acompañándonos pero, lo que es más importante, acompañando a sus hijos.

Es imposible estar al frente de una institución a la que concurren diariamente 1800 jóvenes, de entre 12 y 18 años, si no se tiene una mirada esperanzadora sobre el futuro. Es por eso que tenemos la obligación de sacar una enseñanza positiva de este año tan particular. Y creo que es esta: han salido fortalecidos como personas, han dado ejemplo de responsabilidad y compromiso social, han sabido relegar sus deseos personales por cuidar al otro. 

Siempre los despido diciéndoles que el Colegio está abierto para cuando quieran regresar. Pero esta vez quiero despedirlos diciéndoles que tienen que regresar, que van a regresar porque les debemos eso, un reencuentro fraternal para cuando las condiciones estén dadas.

Promoción CXXXI, hoy más que nunca, no les digo adiós sino hasta pronto porque nadie se va para siempre del Colegio Nacional.