Federico Carlos Ciappa

A 75 años de su natalicio, el Colegio Nacional “Rafael Hernández” recuerda al profesor y ex alumno, Federico Carlos Ciappa“Pancho” como estas aulas lo conocían.

Desde que ingresó como estudiante en el año 1958, hasta el año 1991 dedicó sus días al Colegio Nacional.

Una vez egresado de la Facultad de Humanidades de la UNLP, volvió transitar los pasillos del CNLP en el año 1972, ya como profesor en el departamento de Ciencias Sociales y Filosofía.

En el año 1990, emprendió la valiosa tarea de reactivar el Centro de ex alumnos, para recuperar la historia de su querido Nacio. En su memoria, la Sala Histórica lleva su nombre.

Hasta el año 1991, ejerció con dedicación y compromiso la labor docente en nuestro establecimiento.

Según sus amigos era fanático de Los Tilos, del Club Estudiantes de La Plata y del Colegio Nacional “Rafael Hernández”.

En la primera publicación de la revista del Centro de Ex alumnos del Colegio Nacional, el prof. Marcelo Rimoldi le dedicó estas palabras:

La mejor forma de homenajear es comentar la tristeza sin grandes perspectivas de poder razonarla. Hace ya más de un año que algo nos ha robado la presencia de nuestro estimado compañero, ex –alumno y amigo Federico Ciappa. Es un disparate tener que evocar su nombre y figura, es un despropósito pretender claridad mental para no vernos envueltos en la redundancia o en la sensiblería. La muerte es un escándalo metafísico y estamos aún en medio del escándalo.

Pancho jamás nos perdonaría ciertas frases laudatorias color bronce, que seguramente en nada llegarían a pintarlo tal cual fuera en la relación cotidiana. Aún nadamos en la confusión y la perplejidad, no nos queda mucho espacio para ser protocolares.

Podríamos repudiar vanamente la muerte, mientras su inexorabilidad se ríe de nosotros; podríamos incluso hasta repudiar el descuido que Pancho hiciera de su persona, desde sus reglamentarios cafés y cigarrillos de cada recreo escolar hasta las desgastantes jornadas de clase, que terminaban bien entrada la noche, y que al fin, contribuyeron a callarlo para siempre.

No existe real consuelo en hacer todo eso, es verdad. Pero quizás sí nos consolemos dando fe de algunos de sus rasgos más visibles y meritorios.

A la fuerza nos sorprendemos hoy, ensayando definiciones sobre lo que Pancho fuera: ¿todo calidez? Tal vez un señor profesor, un “maestro” – al decir de sus alumnos-, un adversario político según algunos colegas, un agnóstico sin vueltas, un tipo afectuoso, agudo y frontal, una persona de bien en todo eso. Optemos por aislar su aspiración permanente: “ser un más que aceptable profesor de Historia del Colegio Nacional de La Plata”. No necesitamos remarcar que logró serlo y con creces, merced a su precepto de deberse laboral y afectivamente a las instituciones en las cuales les tocaba actuar.

Pero de estas instituciones, su predilecta fue la mencionada, la que denominara “su segunda casa”, allí donde vive una magia inexplicable gracias a figuras como Ciappa. Los ex –alumnos en general, los integrantes de este Centro y seguramente aquellos que fueron sus alumnos en ese Colegio, aún siguen protestando por su desaparición. Es que no dejan de apreciar su amor por esa casa de estudios y su pasado, por su impecable cumplimiento profesional y su entrega al aula secundaria, a la que jamás le escuchamos subestimar. Destacaríamos su colaboración en la reactivación del Centro operada en 1990, su trunca labor como historiador “natural” del Colegio y su especial dedicación en oportunidad de los festejos de su Centenario. Este Centro ha querido perpetuar el homenaje dando su nombre a la flamante “Sala Histórica” ubicada en el 1er. piso del establecimiento. Si es hoy intensamente recordado, es porque pasó la vida recordando y haciendo recordar. Ha sido una presencia positiva en la formación de muchos ex –alumnos que no le pueden fallar. Hasta el último de este edificio de 1 y 49 le está agradecido. Pero estamos tristes, porque es hora de estarlo, porque bien vale la pena cuando la pena se refiere a alguien que por muchos años trabajó para humanizar este ámbito. Las lágrimas de las distintas generaciones que lo echan de menos, ha dado prueba de que cumplió modesta pero seguramente con su cometido.

Por lo demás, y aunque más no sea, vanamente seguiremos por mucho tiempo repudiando las circunstancias y quizás hasta la naturaleza, por haberlo silenciado tan temprano.

Autor: Marcelo Rimoldi
Publicación de la revista del CENTRO DE EX –ALUMNOS DEL COLEGIO NACIONAL DE LA PLATA – Año 1 – N°1 Junio de 1993