Eithel Orbit Negri

Hombre de letras y de teatro apasionado por la docencia, agudo analista de la lengua castellana, Eithel Orbit Negri -quien murió anteayer a los 83 años- supo formar a varias generaciones de platenses desde las aulas y claustros de numerosos establecimientos educativos de la Región, ganándose sobradamente el reconocimiento de colegas y estudiantes por su erudición, convicción y energía.

Hijo de Pedro Ramón Negri y Rosa Ricchiero, “Chicho” -como se lo conocía afectuosamente- nació en Magdalena el 22 de febrero de 1927. Graduado como Profesor de Enseñanza Media en Letras en 1950, tras una fecunda etapa en la Universidad Nacional de La Plata que incluyó una beca del Instituto Cultural Argentino-Chileno para realizar estudios en el país trasandino, inició una extensa trayectoria profesional que incluyó pasos por el Liceo Naval Militar, el Instituto Superior de Formación Docente Nº 9, la Escuela de Teatro, y la cátedra de Introducción a la Literatura de la facultad de Humanidades.

Pero fue el Colegio Nacional -cuyo salón de actos hoy lleva su nombre- el ámbito en el que dejó una huella imborrable. Allí ingresó en 1956; allí fundó, en 1966, el Grupo de Teatro, al frente del cual dirigió durante una década convocantes puestas de obras de Miguel Mihura, Thornton Wilder, Conrado Nalé Roxlo, Carlos Pacheco, Jean Anouilh, Jean Cocteau y Gregorio de Laferrère. Allí allí se retiró, en 2006.

En el campo del análisis lingüístico, escribió y publicó -junto a su colega José María Ferrero– “De la teoría al texto literario: nuevos enfoques para la enseñanza de la lengua y la literatura: esquemas teóricos, análisis textual” (1981); y “Don Juan, de Azorín ¿una novela?” (también en 1981, junto a Ana María Defelitto).

Además, fue jurado en certámenes teatrales de la filial platense de la SADE, y presidente del Grupo de Teatro Universitario, que compartió entre otros con Enrique Escope, Doris Herrero, Renán Bordenave y Mario Fernández Cid; en 1999 fue galardonado por el municipio, en reconocimiento por su “esfuerzo y su compromiso con la tarea educativa”; y más recientemente por el Instituto Superior del Profesorado “Juan Nepomuceno Terrero”.

Nunca dejó de perfeccionarse en inglés, teatro y otras disciplinas culturales. Amante de la música clásica, solía reunirse con amigos para jugar a las cartas o compartir un té con masas. Y hasta sus últimos días siguió revisando con la misma dedicación y rigor los escritos que le acercaban amigos y allegados.

Negri sabía que enseñar a leer no es otra cosa que enseñar a pensar, y le dedicó a esa misión sus mejores esfuerzos. Por eso detenía su viejo Renault 12 blanco para ver “en qué andaban” antiguos alumnos, y llegó a invitar a una estudiante a charlar con Ernesto Sábato con tal de afianzar su vocación literaria.

Fue un profesor de aquellos que dejan huellas imborrables. Y perteneció a una elite intelectual de la Ciudad que supo combinar la excelencia con la exquisitez y la pasión. El recuerdo de Chicho Negri quedará grabado para siempre en las aulas del Nacional.

 

Fuente: Diario EL DIA