Discurso de la Promoción CXXXII

Están quienes recuerdan la emoción de sus familiares que buscaban entre montones de apellidos el de su hijo o hija, para hacer realidad un profundo anhelo. Los sentimientos a flor de piel, con la esperanza de brindarnos un gran futuro y con la ilusión de que crezcamos como personas en una institución grande y diversa.

Están, además, quienes recuerdan lo complejo que fue abandonar los espacios y compañeros con los que habitaban anteriormente, y el enorme desafío que significaba ingresar al gran Colegio Nacional.

También, están quienes recuerdan pasar por el Nacional antes de llegar a la Anexa. Qué colegio inmenso, pero algún día nuestro.

No sabíamos bien por qué, pero todos decían que el Nacional es otro mundo, que te abre la cabeza, que no lo podes dejar pasar, y que lo disfrutes desde el primer día; porque enseña mucho, pero a un apresurado paso; y hoy, damos cuenta de ello.

En definitiva, la incertidumbre, esperanza e ilusión, entraron con todos nosotros a las aulas de nuestra mano, y acompañando un camino que emprendimos y que hoy, en este día, sorprendentemente terminamos.

Aunque nos cueste admitirlo, de pronto somos quienes les repetimos a los más chicos “disfruten porque el tiempo vuela”, “aprovecha todos los días”, “usá bien las faltas, pero disfrutá de la presencialidad”. Porque la extrañamos, aunque tuvimos la suerte y el privilegio de compartir cursadas estos últimos meses.

Poco a poco logramos entender, para así poder valorar, qué es el Nacional. Es muy difícil entre tres poner en palabras lo que casi trescientos sienten, pero hay cuestiones que especialmente en este patio, traspasan lo individual y se vuelven común a todos.

Se trata, esencialmente, de la pertenencia que sentimos. No veníamos a un colegio, veníamos al Nacional. Ese Nacional tan complejo y alucinante; con diversidad, calidez e identidad. Con preceptores, docentes, no docentes y compañeros con quienes compartimos, hasta de vez en cuando, días completos aquí.

Nos hemos formado como estudiantes, desafiando nuestras capacidades y compartiendo conocimientos. Hemos construido memoria, habitando aulas cargadas de historia y conviviendo en un contexto que cuenta con propia personalidad.

Hemos alcanzado una autonomía que nos permite desempeñarnos adecuadamente en el mundo que nos espera; ocupándonos de nuestras pertenencias, deberes y responsabilidades desde que ingresamos aquel Marzo de 2016.

Interpelamos todo precepto con el que iniciamos, y aprendimos sobre la introspección en todo sentido. Además, dimos debate a temáticas académicas, pero principalmente sociales. Como consecuencia de ello, construimos pieza por pieza mentes críticas y en movimiento. Conocemos la existencia de múltiples realidades y aprendimos a empatizar con la experiencia que el otro debió sortear, creciendo diariamente juntos.

Frente a las eventualidades que como promoción debimos afrontar, especialmente referidas a la pandemia, se colocó en otro plano la importancia de nuestros valores como personas y la solidaridad. No sólo entre pares, sino también con los docentes y los preceptores.

Para muchos fue determinante cruzarnos con docentes que dejaron su huella en nuestra formación. La escucha, contención y enseñanza que cada uno propuso, fueron esenciales componentes para construir esa pertenencia de la que tanto hablamos. Lo valoramos mucho; por siempre se los agradecemos.

Hoy tenemos el honor de mirar a un costado y apreciar a un amigo. A las personas que nos despedían a la tarde con un abrazo o que nos esperaban bien temprano con el mate listo. Emocionan y nos enorgullecen los vínculos que aquí formamos, porque su recuerdo y compañía son inquebrantables.

Caminamos estos pasillos junto a nuestros mejores amigos, primeros amores y a la par de quienes nos hacían bien, incluso cuando la situación en nuestros hogares era realmente difícil. Hemos descubierto en cada uno de esos momentos, el valor que los vínculos poseen y la importancia de cuidarlos y cuidarnos en cada oportunidad.

Pasamos horas en el buffet, en los patios y recorrimos cada rincón con una intención distinta. Pero cada puerta que se abría era un nuevo momento, un nuevo recuerdo que definiría las personas que somos hoy. El Nacional logró construir identidad y eso jamás se borra.

Nos vamos con una profunda marca y atravesados por todo lo que vivimos y aprendimos aquí. El Nacional (nunca dejará de ser ese) lugar eterno, del que nos honra ser parte; y será nuestro para siempre. Porque del Nacional nadie se va definitivamente, y vivirán en nuestro recuerdo todas las emociones que éste nos generó.

A cada paso que demos, allí estará nuestro querido Colegio Nacional, mientras buscamos ser las personas que aspiramos y dejando hoy este patio con nuevos proyectos e ilusiones.

Eternamente agradecidos con aquellos profesores, aquellos días, aquellos pequeños momentos, pero especialmente, aquellas personas, que hoy tenemos a nuestro lado, y que podemos llamar amigos; gracias a todos ellos por la experiencia que nos dejan.

En nosotros siempre vivirá aquello que es eterno.

Promoción 132